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lunes, 6 de mayo de 2013

México y EEUU pretenden replicar el programa de becas Erasmus de la UE

Barack Obama,
Presidente de los Estados Unidos.

Si el proyecto de Obama y el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, de aumentar drásticamente los intercambios estudiantiles se convierte en realidad, podría ser un punto de inflexión en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y México, y en la integración económica de América del Norte.

Actualmente, pese al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLC) de 1994 entre EE UU, México y Canadá, las cifras de los intercambios académicos entre Estados Unidos y México son muy bajas. Solo hay 13.700 estudiantes mexicanos en las universidades estadounidenses, comparado con 194.000 estudiantes chinos, 100.000 de India y 72.000 de Corea del Sur, según el Instituto Internacional de Educación (IIE). Hasta Vietnam, un país comunista con una población inferior a la de México, tiene más estudiantes en universidades estadounidenses (15.000) que México, según el IIE.



De manera similar, el número de estudiantes estadounidenses en universidades mexicanas es ridículamente bajo: solo hay 4.000, comparado con 33.000 estadounidenses que estudian en Reino Unido, 30.000 en Italia, 26.000 en España y 15.000 en China, dicen las cifras del IIE.

Según el Gobierno mexicano, antes de fin de año México lanzará unilateralmente un plan destinado a cuadruplicar, en el transcurso de los próximos cinco años, el número actual de estudiantes mexicanos en las universidades estadounidenses. 

En México, Obama dijo que también buscará maneras de aumentar el número de estudiantes estadounidenses en México, de acuerdo con su plan para aumentar hasta 100.000 el número de estudiantes universitarios de EEUU en Latinoamérica en los próximos 10 años. La idea que subyace a todos estos planes es la de replicar el  programa de las becas Erasmus de la Unión Europea, por las que más de un millón de universitarios de Europa han podido estudiar en otros países desde que el programa se inició a finales de los ochenta.

Tal como me recordó esta semana Guillermo Hirschfeld, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, en Europa el programa Erasmus hizo mucho más que darle una educación más globalizada a los estudiantes: fue crucial para cimentar la idea de Europa como un bloque económico. “Lo más importante del Erasmus fue que ayudó a forjar lazos humanos, a derribar tendencias nacionalistas, y a destruir prejuicios sobre otros países en un continente que había estado plagado de conflictos en la primera mitad del siglo XX”, dice Hirschfeld, autor de un estudio que propone un programa Erasmus para las Américas.

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